miércoles, 19 de agosto de 2015

Invierno en Santiago: se ve mal, sabe bien.

Santiago es una fea ciudad, con bellos momentos – Nicanor Parra

Santiago de Chile: gran capital situada en el centro de un largo y estrecho país. Rodeada por una impresionante y majestuosa cordillera, que lamentablemente, pocas veces se deja ver, y centro urbano de casi la mitad de habitantes de todo el país. 


Plaza de Armas, Catedral de Santiago, Cerro San Cristóbal, Cerro Manquehue y Los Andes.


Punto neurálgico de operaciones laborales, culturales, políticas y sociales, y como toda buena mega-urbe latinoamericana, ícono de la desigualdad nacional.

Sin embargo, no todo en Santiago es tan malo. Además de los “tacos”[1], la contaminación y las aglomeraciones, la ciudad tiene su cuota de entretenimiento, variedad de actividades de todo tipo, centros de ocio y cercanías a espacios naturales privilegiados en las cuales poder salir a caminar y respirar un poquito de aire. Con más de 800.000 kilómetros de diámetro, Santiago nos muestra en todo su esplendor, las grandezas y bajezas que el ser humano es capaz de ejercer. 

Quizás porque esta es mi ciudad natal, y lugar donde he vivido la mayor parte de mi vida, me siento con la propiedad de insultar y al mismo tiempo alardear de un territorio que, tal como dice Nicanor, se muestra ante sus habitantes más hostil de lo que verdaderamente es. Quizás porque últimamente se nos hace difícil levantar la mirada y apreciar la gran reina que nos guarda entre sus brazos, y así mismo tomar consciencia que somos parte de un todo y que tirar basura en la acera destruye mucho más de lo que creemos… es por lo que esta ciudad en el día de hoy es mucho más vilipendiada que alagada... 

Lo que no se ve. Desde Maipú.


Días grises, sin aire que respirar… caras hastiadas de la cotidianidad, vagones olientes a sudor y resfrío y un día que se concentra básicamente en la luz que nunca pudimos ver por estar en nuestro cubículo cuadrado son algunos de los pensamientos que vienen a la cabeza cuando pienso en el invierno de esta ciudad. Sin embargo, cuando la lluvia nos regala su presencia, poco a poco se comienzan a sentir los primeros soplos de aire fresco y la gloriosa espina dorsal de Sudamérica comienza a asomarse ante nuestros ojos y lo mejor y realmente único que tiene esta ciudad, se descubre para recordarnos que lo mejor que podemos ver no está en una pantalla, sino abriendo nuestra ventana. 

No hay un mejor día en Santiago de Chile que aquel día de sol después de la lluvia, en el que abrir la puerta es un regalo para que el viento fresquito entre por nuestras casas y pulmones, donde los colores se ven brillantes y definidos… donde al salir a la calle podemos observar el grandioso cordón que nos rodea en 360º y las cumbres de la montaña nos invitan a subir para palpar un poco de su gloria. Lo mejor de todo, ocurre cuando este día es domingo. Y nos abalanzamos en el último almacén de barrio que va sobreviviendo, y la inspiración y el frío después de la caminata matutina nos llama a gritos a meternos a la cocina y ensuciarnos las manos para cocinar una de las tantas cosas ricas que tiene el invierno de mi país: la sopaipilla.





Si bien la sopaipilla es un clásico latinoamericano, cada país tiene su propia variante, adecuada a los productos típicos de la zona y con distintos nombres característicos de cada territorio. En Chile, se caracteriza por utilizar el “zapallo” o calabaza, y por tener dos versiones (dulce y salada) en las que en ambos casos la evolución ha sido constante. Su producción y venta también ha cambiado, siendo antiguamente una preparación más bien casera, que se realizaba tradicionalmente en los días de lluvia y se compartía con la vecindad, hasta llegar a comercializarse en carritos ambulantes que itinerában (y hasta el día de hoy continúan) por la ciudad ofreciendo el producto a módico precio. Hoy podemos encontrarlas en todas sus variantes y versiones: desde el congelado en el supermercado, hasta esa bien casera que casi se sienten las manos de quien la amasó. De todas formas, sin importar el paquete en el que venga, la sopaipilla siempre será un clásico invernal y nos recordará esos días en los que volvíamos del colegio con los calcetines mojados y un gran y hermoso plato de esas masitas amarillas nos esperaba en la siempre calientita cocina chilena, donde la familia se reúne a tomar la “once”[2] y donde aún permanecen las personas que hacen  y reflejan lo más hermoso que tiene Santiago y por lo que siempre vale la pena volver.


Para los que nos quieran visitar desde el paladar y vivir con nosotros uno de esos fríos pero cálidos días de invierno, dejo aquí la receta:

*Vale decir que esta receta, a pesar de ser un clásico nacional, no es fácil de completar exitosamente. Personalmente, he necesitado de varias jornadas para dar con la receta perfecta (según mi gusto personal… y el de algunas amigas) y es preciso mencionar que la base de esta experimentación nació de la receta de la siempre muy sabia abuela de mi gran amiga Fer. A lo típico, los años.






SOPAIPILLA CHILENA

- 300 gr de zapallo o calabaza
- 500 gr de harina
- 150 gr de mantequilla
- 1 cdta. de polvos de hornear
- Sal (opcional)

- En primer lugar, cortar en zapallo o calabaza y quitar piel verde.
*Dato: Cortar en trozos pequeños para que se cueza más rápido.
- Colocar en una olla con agua y hervir hasta que esté muy blando. (Alrededor de 20 minutos).
- Una vez esté blando, colar y separar en un plato. Moler con la ayuda de un tenedor hasta que quede como puré y dejar enfriar.
- Colocar 250 grs de harina en una superficie para amasar.
- Formar un volcán y esparcir en medio los polvos de hornear.
- Agregar el zapallo y la mantequilla cortada en pequeños cubos y mezclar todo.
- Ir agregando agua y/o harina (puede ser la misma agua donde se coció el zapallo) de a poco en caso que sea necesario.
- Amasar constantemente hasta que quede una masa compacta pero no seca.
*Dato: Cuando tomamos la masa y ésta ya no se nos pega en las manos y podemos manipularla con facilidad, estará lista.
- Sin que pierda el calor, estirar sobre la superficie plana con la ayuda de un uslero (o botella previamente lavada) y formar una capa de no más de 0.5 cm.
- Cortar en círculos con la ayuda de un vaso/molde/taza y separar.
*Dato: es importante siempre dejar una capa de harina previamente en todas las superficies donde se manipule la masa y asimismo donde se vayan dejando las sopaipillas antes de freír ya que como la masa sigue siendo húmeda, ésta se pega fácilmente a la superficie.
- Calentar aceite en una sartén u olla y esperar a que esté caliente.
*Opcional pero recomendado: para frituras en grandes cantidades en general es mejor utilizar aceite de maravilla, ya que, además de ser más barato, mantiene los sabores más atenuados, siendo que, por ejemplo, el aceite de oliva, para estos casos, se sobrepone al sabor del producto que estamos cocinando.
*Dato: para las sopaipillas y frituras de masas de harina en general, lo más recomendable freír el producto en aceite caliente pero no hirviendo, ya que sino la masa se quema y no alcanza a cocinarse por dentro. Para saber cuándo el aceite está en su punto, podemos colocar un pedacito de nuestra mezcla y esperar a que esté dorada.
- Ir agregando las sopaipillas de a una y tratar de no echarlas todas al mismo tiempo para que la olla no se rebalse y las masitas no se peguen entre sí.
- Cuando las sopaipillas estén doradas, colocar en una fuente con abundante papel secante para absorver la mayor cantidad de aceite.

- También podemos cocinar las sopaipillas al horno. Para esto es necesario calentar el horno previamente a fuego alto.
- Colocar las masitas en una bandeja de horno previamente aceitada y cocinar a fuego medio alrededor de 30 minutos o hasta que la masa esté dorada.





ACOMPAÑAMIENTOS PARA SALADOS:
- Mostaza, ají, kétchup o mayonesa.
- Pebre: preparación típica chilena a base de tomate, cilantro, ají verde y cebolla.
Haz click aquí para ver la receta.

ACOMPAÑAMIENTOS DULCES:
- Chancaca. O dígase: “sopaipillas pasadas”. Elaboración típica chilena basada en azúcar o panela disuelta en agua caliente y condimentada con canela, clavo de olor, naranja y una pizca de vainilla.
- Azúcar flor.







Salud!







[1] Término chileno para denominar al tráfico automovilístico.
[2] Terminología chilena para la hora del té de la tarde o merienda.